
Una reflexión sobre esta jornada histórica.
Cada 8 de marzo es diferente. Único. Histórico Y sin embargo, las acciones se repiten: la marea de pañuelos, los pedidos de justicia, la emoción compartida, los cantos a todo pulmón y una lucha que no cesa desde hace décadas, siglos. Al frente, detrás y a la par de cada mujer está siempre el colectivo feminista que cada año vibra más fuerte, se hace más grande, enorme, innegable.
En otras latitudes se asoma tímidamente, da sus primeros pasos. Mientras que en otros rincones del planeta, con culturas diferentes, apenas si se hace oír, pero allí está, despierto. Y en países como la Argentina se hace presente en cada calle, en cada hogar, en cada joven y en cada abuela.
El colectivo es ecléctico, cambiante, y está atravesado por diversos enfoques, teorías y perspectivas que lo mantienen siempre activo, en un estado de búsqueda constante, de lucha inquebrantable cuyas banderas se levantan con más fuerza cada 8 de marzo. Todo parece indicar que el 2020 será un año en el que el movimiento feminista tendrá algunas de sus conquistas más trascendentales para los derechos de la mujer. Tras los anuncios que hizo el presidente Alberto Fernández durante su discurso en el inicio de las sesiones ordinarias del Congreso de la Nación, hace una semana, en el que aseguró que presentará “un proyecto de ley de Interrupción Voluntaria del Embarazo que legalice el aborto en el tiempo inicial del embarazo y permita a las mujeres acceder al sistema de salud cuando toman la decisión de abortar” y lanzará un programa “contundente” de Educación Sexual Integral y prevención del embarazo no deseado; todas las horas de vigilia y militancia habrán valido la pena, porque habrá cambiado la historia de cientos, miles, decenas de miles de mujeres. Pero la lucha es larga y aún falta mucho camino por recorrer y más batallas que ganar.
De eso se trata cada 8 de marzo, pero también todos los días en el calendario feminista. De terminar con la desigualdad que somete y la violencia económica, física y psicológica que ejerce la sociedad patriarcal contra las mujeres. Para que la frase que es un grito del alma, desde el lugar más profundo y que más duele, “NI UNA MENOS”, no suene simplemente a retórica y retumbe en los cimientos del machismo hasta que se caiga. Hoy, millones de mujeres en cada rincón del mundo, en cada parque, plaza o centro cívico, marcharán para desafiar a una historia que debe reescribirse.
Otras seguirán con el corazón y desde las imágenes televisivas los reclamos. Y aunque algunas, quizá las más grandes, guarden respetuoso silencio, se hacen presentes en cada paso de las más jóvenes pues, a su modo, lideraron y abrieron el camino de todas las nuevas generaciones. Aun con muchísimas diferencias de apreciación en cientos de cuestiones.
Extenso recorrido
Los desequilibrios generados por el patriarcado se remontan a siglos, milenios, y a pesar de que parece increíble que aún hoy el rol de la mujer en la sociedad sea determinado por sus pares masculinos, que gozaron y gozan de sus privilegios y miran con asombro y desconcierto a una mujer que exige igualdad de oportunidades, el mundo todavía responde a esta -extremadamente injusta- distribución.
Claro que en una sociedad cada vez más cambiante, esa disparidad se fue acortando, gracias a la voluntad y la lucha de todas, a fuerza de días, encuentros y marchas como la de este domingo, las de ayer y las que seguramente las convoquen mañana, ese es el camino a transitar: el generador de cambios, el que gana derechos, el que termina con la violencia machista y el que nunca debemos abandonar.
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